domingo, 4 de mayo de 2014

QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR

Estas palabras quiero dirigirlas especialmente a papá y a mamá; y decirles que “la felicidad en las relaciones familiares se fundamenta en la armonía de la pareja” y por extensión en la armonía de mis relaciones con los demás. Siempre podrás vivir en armonía si tú te das el permiso de hacerlo, si optas por construir en vez de no hacer nada y dejar que la rutina te arrebate la felicidad que tanto añoras.

Hoy estamos aquí todos juntitos para celebrar que somos familia, para decirle al Señor gracias por mi esposa, gracias por mi esposo, gracias por mis queridos hijos, gracias por mis profesores, gracias por mis amigos, por mi trabajo, por mi colegio. En fin, hoy es un día de acción de gracias y lo iniciamos celebrando la Eucaristía. Y quiero decirte Señor que limpies mi corazón de todo resentimiento y amargura, de todo rencor o envidia, con tu gracia podré ser instrumento de tu paz. Nos hemos acostumbrado desde niños a pedir, y no nos hemos concentrado en lo más importante que es darnos sin reserva, sin esperar a recibir.

Los que hemos descubierto el amor incondicional del Señor, estamos llamados a actuar distinto. Nuestra vida debe ser eso, “un dejar pasar la luz para combatir la oscuridad”, por eso cada día es maravilloso, porque me da la oportunidad de “sacar de mí lo mejor que soy”. Einstein, el gran científico del siglo pasado, no pudo decirlo mejor: “Vivimos en el mundo cuando amamos, sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida”.

Yo creo que en la vida uno debe hacer que las cosas buenas que quiere para los suyos y para el mundo ocurran. Y esto sólo se logra con una voluntad invencible y tenaz. Si vives para servir, sirves para vivir.

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