miércoles, 27 de febrero de 2013

EDUCAR: RESPONSABILIDAD DE QUIÉN?

Hace un par de años tuve la oportunidad de asistir a una conferencia ofrecida por una Universidad bogotana, y nos presentaron al señor Christian Connell de Argentina, quien nos habló acerca de ¿Quién educa? Hoy quiero compartirte mis apuntes al respecto.

"El final depende del principio" (The ends depends of the beginning)
"Una gran ambición y conquista sin contribuir, no tiene sentido", ¿cuál será su contribución?, "quienes no contribuyan serán olvidados".
"El lema del colegio manifiesta para qué educa una escuela", ¿recuerdas el lema de tu colegio?

¿Para qué educamos? Si educar es preparar para la vida, ¿cuál es el sentido de la vida? "Se trata de amar mucho" respondía Santa Teresa. "Al final te examinarán en el amor" complementaba San Juan de la Cruz.

Nosotros como padres educamos para desarrollar la capacidad de amar en nuestros hijos. En el Colegio educamos para formar jóvenes que perciban que el sentido de la vida de ser feliz, pasa por su capacidad de amar. Esto es lo que nos hace diferentes.

Frente a la pregunta de ¿quién educa? La Universidad de Princeton realizó un estudio en el que analizó ¿cuáles son las causas más profundas que aquejan a los jóvenes de hoy? Los resultados mostraron que: ni es la pobreza, ni es la falta de trabajo, ni es la falta de instrucción escolar; es el deterioro de la familia y del matrimonio, la causa más profunda de los problemas que más aquejan a los jóvenes hoy.

Los adultos que nos encontramos comprometidos en una relación matrimonial, somos quienes tenemos la responsabilidad de desarrollar matrimonios y familias sólidas. ¿Y qué es ser sólido? Es tener el criterio para saber: (a) elegir pareja, (b) cuidar la relación, (c) autorrestaurarla en la conflictividad normal de toda relación, y (d) hacerla crecer.

El gran desafío para la educación es entonces, como se decía al principio, el desarrollar la capacidad de amar de las nuevas generaciones. Si nos preguntáramos ¿hoy estamos educando seres familiares?, la respuesta casi unánime sería, "no lo estamos haciendo", estamos educando seres individuales y altamente competitivos. La nueva generación adulta, los padres de hoy, no estamos educando para el matrimonio, ni para la familia, entre otras, porque tampoco venimos de la panacea familiar. Nos encontramos frente a una dicotomía profunda en la sociedad, individualismo vs. seres familiares, individualismo vs. matrimonio. La individualidad se ha convertido en el prototipo a seguir, dejando de lado la comunalidad que nos hace personas, que nos hace mejores seres humanos.

Entonces, ¿quién debe educar? En primer lugar los padres y madres, porque podemos ser más asertivos, porque nadie mejor que un padre para adaptarse al hijo; y en segundo lugar, la escuela, porque los padres necesitamos saber dar argumentos. Aquí me detengo un momento para decir que las escuelas no son los enemigos de los padres, algunos padres no lo han entendido todavía, y la emprenden contra éstas, o contra los profesores, cada vez que aquéllas o éstos en su afán y compromiso de formar, de enseñar a argumentar y de desarrollar hábitos para ser buenos ciudadanos, realizan su trabajo.

¿Qué orientaciones se derivan hasta aquí?  Primero, que nos debemos más altas calidades de estilos de vida familiar; segundo, que la célula básica de la sociedad NO es la familia, ES EL MATRIMONIO; y tercero, que hay que amar MÁS a la madre y/ al padre de los hijos, que a los hijos mismos.

Mientras nos encontramos nuevamente en este espacio de reflexión y acción, tienes una tarea: pensando en tus hijos, si "el final depende del principio", ¿cómo vas hasta la fecha en tu tarea de ayudarles a desarrollar la capacidad de amar?, ¿cómo es tu relación con la escuela de tus hijos?, ¿qué tan de alta calidad es el estilo de vida familiar que tienes?, en una escala de 1 a 10 ¿qué lugar ocupa la relación que tienes con tu pareja?, ¿a qué te comprometerás? Esta última pregunta es la más importante. Quienes afirmamos creer en Dios o sentirnos llamados a la trascendencia, nos diferenciamos del resto, en las acciones que emprendemos y mantenemos por ser cada vez mejores seres humanos.

(continuará...)

Hasta pronto,
Carlos Arturo Hoyos V.