Siempre he considerado a mi papá un hombre con muchos amigos; cada vez que de niño me llevaba de su mano por la calle, se encontraba con infinidad de amigos, que me presentaba, de hecho toda vez que salí con él siempre conocí un amigo que antes nunca había visto. Y quise ser como él un hombre de muchos amigos; sin embargo, me he dado cuenta que tengo pocos amigos. Quise entonces profundizar en lo que significa ser amigo para entender qué me había sucedido, a qué se debía esta enorme diferencia, y me encontré con un texto de Saint-Exupéry en el que nos cuenta qué es un amigo.
"El amigo es en primer lugar el que no juzga. Es el que abre su puerta al caminante, a su muleta, a su vara dejada en un rincón y que no le pide bailar para juzgar su danza. Y si el caminante habla de la primavera en la ruta de afuera, el amigo es el que recibe en sí la primavera. Y si cuenta el horror del hambre en el pueblo de donde viene, sufre el hambre con él. Porque te lo he dicho: el amigo en el hombre es la parte que es para ti y que abre para ti una puerta que no abre en otro lugar.
Y tu amigo, es sincero, y todo lo que dice es verdadero, y te ama aun cuando te odia en la otra casa... Por encima de nuestras divisiones lo he encontrado y soy amigo. Y puedo callarme cerca de él, es decir, no temer por mis jardines interiores y mis montañas y mis barrancas y mis desiertos, pues no paseará allí sus zapatos. Tú, mi amigo, recibes con amor lo que te doy, como al embajador de mi imperio interior. Y lo tratas bien, y lo haces sentar y lo escuchas. Y henos aquí felices.
La amistad es ante todo tregua y gran circulación del espíritu por encima de detalles vulgares.Y nada aproximo a aquél que se da importancia en mi mesa.
Encontrarás demasiados jueces en el mundo. Si se trata de modelarte en otra forma y de endurecerte, deja ese trabajo a tus enemigos. Ya se encargarán de hacerlo bien, como la tempestad que esculpe el cedro. Tu amigo está hecho para acogerte. Sabe, respecto a Dios, que cuando vienes a su templo no te juzga, sino que te recibe". (Saint-Exupéry, 1980, p. 162-163).
Ahora comprendo que no importa que no haya logrado tener tantos amigos como los tuvo mi papá, hasta para hacer amigos hay que tener talento; y me queda la satisfacción que los amigos que tengo no son mis jueces y tampoco están junto a mí por interés o compasión. Mis amigos son también los amigos de mi esposa, y los amigos de mi esposa son mis amigos también. Nos hemos juntado para conspirar un mundo mejor, somos caminantes y "exploradores de la amistad", estamos tan cerca que no conocemos la lejanía, ni el distanciamiento, cada vez que nos encontramos nos sentamos largas horas a escucharnos, a explayar nuestra morada interior y a fundar nuestra amistad, porque junto a ellos también somos felices.
Hoy mi anciano padre ha visto partir a muchos de sus amigos, con otros perdió el contacto, pero aún los recuerda y a veces me habla de ellos; yo procuro cuando me siento a dialogar con él recordarle el nombre de sus amigos y me vienen muchos nombres a la cabeza, cuando los escucha veo la sonrisa en su rostro, y me pregunta por ellos, aunque de algunos me da razón, aquella razón que guarda su memoria de los últimos momentos que se vio con ellos.
Gracias querido papá por enseñarme el valor de la amistad. Guardaré como un tesoro tu legado.
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