El
jueves 19 de febrero asistimos con los estudiantes de once al Open Campus de la
Universidad de la Sabana, mientras ellos se acercaron a los programas de su interés
en este difícil proceso de elegir profesión, estuvimos en una conferencia sobre
la sociedad líquida, que nos impactó mucho, por las importantes implicaciones
que tiene en nuestra labor formativa con los niños, los jóvenes e incluso con
nuestros hijos.
El
conferencista nos presentó la teoría de Zigmunt Bauman, sociólogo y filósofo Polaco,
quien desarrolló el concepto de la “Modernidad Líquida”, entendida como lo que no
es sólido, lo superfluo, lo volátil, lo que se derrite, lo que no se fija en el
espacio ni se ata al tiempo; mientras que lo sólido es lo contrario, lo rígido,
lo pesado, lo que se ata al tiempo y al espacio, y perdura.
La
modernidad líquida ha introducido el concepto de la sociedad líquida en donde “lo
grande no sólo ha dejado de ser mejor, sino que ha perdido cualquier
sentido racional, [mientras que] lo pequeño, lo liviano, lo más portable significa
mejora y progreso”. (Bauman, 2003, p.8). Lo “sólido” son los valores, los
principios, la familia, la religión, la tradición, etc., que se han venido
diluyendo en un entorno líquido en el que todo fluye, convirtiéndose en el
nuevo referente para todos, dando nacimiento a una nueva realidad, la sociedad
líquida, que utiliza como medios de difusión la música, la moda y la tecnología,
y se caracteriza por:
1.
La inseguridad que proviene del miedo constante
y la incertidumbre por no tener bases sólidas, quedando indefensos.
2.
La búsqueda de control que es hija natural de
la inseguridad.
3.
El consumismo que se traduce en la necesidad
de acumular dinero, porque me da el “control” que quiero tener para ser valorado
en una sociedad líquida.
4.
El individualismo que me aleja de lo que me genera
inseguridad, es decir, las relaciones con los demás (la esposa, los hijos),
quienes se convierten en una amenaza contra mi seguridad.
5.
La búsqueda de identidad por fuera de mí, por
fuera de lo que soy; cuando eso sucede mi valor como persona pasa a depender de
la aprobación de los demás (ej. Los likes que recibo en facebook), y se traduce
en un intento permanente por parecer útil a los ojos de los otros, típico de
las relaciones líquidas; el riesgo de estas relaciones radica en que en el
momento en que no soy percibido como útil, -por mi pareja, por mi familia, por
mis hijos, por mi jefe-, me convierto en desecho humano.
De
acuerdo con Bauman “la metáfora de la liquidez intenta también dar cuenta de la
precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y
privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones”.
Entonces pasa a ser natural que las relaciones en una sociedad líquida cumplan
el mismo propósito de los objetos: use y bote. “El amor se hace flotante,
sin responsabilidad hacia el otro, se reduce al vínculo sin rostro que ofrece
la Web”. (Bauman, 2007).
Si
nos dejamos sumergir en la sociedad líquida permitimos que nuestros referentes
sólidos se diluyan, y pasamos a tener referentes débiles, éstos surgen de la
competencia, que no es otra cosa que la negación del otro como persona, porque en
una sociedad líquida el éxito de uno se funda en el fracaso del otro. La
competencia me desdibuja como ser humano, mientras que el ser competente me
prepara para ser yo mismo, y me da herramientas para construir bases sólidas
que no se fundamentan en el compararme con los demás. Ser sólido significa
tener fundamento y razones para actuar que surgen de mi ser personal, “los
sólidos conservan su forma y persisten en el tiempo: duran, mientras que los
líquidos son informes y se transforman constantemente: fluyen”. (Bauman, 2004).
¿Hay
algo que podamos hacer frente a la sociedad líquida que diluye todo cuando cae
en su remolino? Afortunadamente sí. El camino se encuentra en comprender para
qué educamos, preguntarnos cuál es la finalidad de la educación, y entender que
el amor es la antítesis de la utilización, que el amor no es líquido, sino que
es una fuerza que me transforma y me capacita para dar.
Seas
o no educador de profesión, siempre serás un educador de tus hijos, de tus
nietos, de tus colaboradores. Si esto es cierto, cabe preguntar cómo estamos transmitiendo
lo importante? Cuando se enseña algo que tiene valor duradero, realmente se educa.
Aunque participamos de un mundo en el que muchas cosas son pasajeras, y por
tanto, desechables, es fácil caer en la tentación de pensar que las relaciones
interpersonales también lo son. Tú tienes el poder para transformarlas, y
sembrar cimientos sólidos en tus seres queridos, y en las personas con las que
compartes tu vida.
¿Qué
tan sólido eres para tu esposa, tus hijos, tus estudiantes?
María del Pilar Talero y Carlos Arturo Hoyos.
Referencias
Bauman,
Zygmunt. (2003). Modernidad Líquida. Fondo
de Cultura Económica, México.
BAUMAN,
Zygmunt. (2004), Ética postmoderna. Siglo
XXI: Argentina.
BAUMAN,
Zygmunt. (2007). Miedo líquido. La
sociedad contemporánea y sus temores. Paidos, Barcelona.
VÁSQUEZ,
Adolfo. (2008). Modernidad Líquida y Fragilidad Humana. Universidad Andrés
Bello.
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