Recientemente llegó a
mis manos un texto de Manuel Iceta que por la contundencia de sus palabras te va a remover,
veámoslo. "Quien piensa que ya no tiene que crecer, que se lo sabe todo, que es perfecto, que nunca se equivoca (¡y los hay!), que son exclusivamente los
otros los que no saben, los que se equivocan, ahí no es posible la
reconciliación: pues el perdón es algo que se da y se recibe. Ahí sólo se puede
dar esa condescendencia paternalista y asfixiante del perfecto que exige la
humillación del otro. Eso no libera, eso no despierta amor. Siempre será el
mismo, "el de abajo", el que tendrá que dar el primer paso cuando ya
una situación es insostenible o para lograr determinados beneficios."
"Pero es que aún hay algo
peor, son las descalificaciones para siempre, pues los hay que son "tan
perfectos", que condenan para siempre, niegan el derecho a vivir y dejan
sin perdonar los roces, las grandes o pequeñas faltas (a veces unas tonterías
increíbles), recordándolo en cuanto viene al caso, cargan culpabilidades, no
dejan ser, hacen que el otro inevitablemente se sienta mal, porque necesitan que los otros: la esposa o el esposo, los hijos, los alumnos, los
"colaboradores" (ej., tratados como subalternos) se sitúen ante él
como "el que está mal", para mantener una estructura absurda de vida
según la cual, sólo él tiene derecho a estar bien -"es perfecta"-.
Así lo constata permanentemente."
"Dar perdón es dar libertad,
es amar.
Recibir el perdón es recibir
libertad, es amar.
Dar y recibir perdón es crear
clima para el crecimiento, es tener espíritu de familia, es dejar ser."
Mañana iniciamos el mes de
diciembre, el mes de las festividades navideñas, el mes del reencuentro
familiar. Con estas palabras que acabas de leer te invito a que construyas en ti el espíritu de la reconciliación, y ganes el cambio que deseas
para tu vida.
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