Vivimos en
un mundo dominado por la locura de la competitividad que nos introduce en una
dinámica social de andar corriendo detrás de todo lo que promete ofrecerle a
nuestros hijos el “Éxito”, en lo que se propongan hacer con sus vidas.

Esta
sociedad competitiva nos ha vendido un falso modelo a seguir, porque se enfoca
en llegar. ¿A dónde? De esta manera los jugadores de cualquier deporte viven
para el día en que lleguen a ser profesionales. Los hombres de negocios, nos
dice John Maxwell, viven para trepar los escalones de la empresa con la
esperanza de algún día llegar a ser directores o presidentes de la compañía. ¿En
qué se equivoca la sociedad competitiva? En que la idea de llegar a disfrutar
del premio anhelado es una simple ilusión. Estamos rodeados de personas que
llegaron a alguna parte sólo para encontrarse a sí mismos tan insatisfechos
como lo eran antes de triunfar. Eso explica la alta tasa de suicidios en los
países desarrollados. ¿En dónde está la falacia? En pensar que la vida se trata
de ponerse metas y hacer todo lo que esté a nuestro alcance por lograrlas. ¿Y
por qué esto es un engaño? Es simple, y nos lo han dicho los abuelos, el objetivo
del viaje que emprendemos por la vida no es llegar, a donde sea que queramos ir.
¿Cuál es entonces el objetivo? Enfocarnos siempre en lo que vamos aprendiendo mientras
caminamos por la vida y en las personas a las que hemos convertido a lo largo
del camino; así no caeremos en el peligro de pensar que cumplidas nuestras
metas hemos concluido.
Somos seres inacabados e inacabables. Nadie debería
poder decir es que yo soy así, como me dijo la semana pasada un estudiante,
cuando le solicité una explicación acerca de por qué había asumido una actitud
negativa ante un reto que se nos presentaba, y para el cual pensaba que ninguno
se sentía suficientemente preparado. Las barreras que ponemos delante de
nosotros son mentales no reales.

Los mejores
técnicos nos han enseñado que debemos concentrarnos en el proceso de crecimiento. El técnico de la Selección Colombia José Pékerman nos dio a todos los colombianos una gran lección al respecto, pasamos
de ser una selección de fútbol en el camino hacia la eliminación, a una
selección clasificada y cabeza de lista en el mundial de fútbol, algo nunca
antes visto ni oído por nosotros en nuestro país.

¿Qué debemos aprender? Que la
presión por ganar o por ser el primero NO es el camino. En este sentido, me
sorprende escuchar todavía a padres de familia que presionan de esta manera a
sus hijos. Cada vez que tuvimos la oportunidad de escuchar a Pékerman en alguna
entrevista pudimos notar que todo el tiempo hacía énfasis en la preparación, en
el trabajo en equipo, en la buena voluntad para cambiar y en el deseo de que
cada jugador diera de sí lo mejor. Es un enfoque en el proceso, no en el
resultado. Ese es el secreto. Disfrutar del camino mientras se recorre, e
interesarnos fervientemente no en el producto, sino en el proceso. Si éste es
adecuado, el resultado final estará garantizado. Así mismo sucede con el
crecimiento personal.
La tarea que
tenemos los padres y maestros será entonces la de ser modelos de crecimiento,
entusiasmarlos constantemente y recompensarlos. Si nos mantenemos creciendo cada
día, habremos entendido la dinámica de la vida humana y la de hacernos
personas.
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