Vivimos en
un mundo dominado por la locura de la competitividad que nos introduce en una
dinámica social de andar corriendo detrás de todo lo que promete ofrecerle a
nuestros hijos el “Éxito”, en lo que se propongan hacer con sus vidas.
Somos seres inacabados e inacabables. Nadie debería poder decir es que yo soy así, como me dijo la semana pasada un estudiante, cuando le solicité una explicación acerca de por qué había asumido una actitud negativa ante un reto que se nos presentaba, y para el cual pensaba que ninguno se sentía suficientemente preparado. Las barreras que ponemos delante de nosotros son mentales no reales.
La tarea que
tenemos los padres y maestros será entonces la de ser modelos de crecimiento,
entusiasmarlos constantemente y recompensarlos. Si nos mantenemos creciendo cada
día, habremos entendido la dinámica de la vida humana y la de hacernos
personas.