martes, 3 de marzo de 2015

"NO TIENE LA CULPA EL INDIO, SINO QUIEN LO HACE COMPADRE"

Mi gran maestro de los últimos años de la escuela secundaria Andrés Hurtado García, reconocido columnista de El Tiempo y la voz número uno del país en temas ambientales, nos recibió en la primera clase de 1982 con una "previa" en la que nos colocó este refrán de origen mexicano que debíamos explicar por nuestros propios medios: "No tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre". De eso hace ya 33 años y creo que jamás lo olvidaré, porque sigue habiendo mucha gente de todas las edades que no ha aprendido a convivir, y cada vez que se dirigen a otros, con palabras o acciones, no se dan cuenta de que la están embarrando permanentemente, escudados en frases como "hay que ser frentero", "yo no me quedo con nada", "uno tiene que decir lo que piensa", "uno tiene que ser de armas tomar", etc. Quienes de esa manera conducen sus vidas atropellan a los demás una y otra vez, porque están impedidos para sentir lo que sienten los demás e impedidos para manejar las relaciones con eficacia. Este comportamiento de pasar como una aplanadora se hace explícito cada vez que son confrontados, y asumen la confrontación como un ataque personal. En este sentido, Mayer y Salovey (1997) hablaron de un tipo de inteligencia social que involucra la habilidad de monitorear las emociones propias y las de otros, distinguirlas entre ellas, y usar la información para guiar el pensamiento y las acciones de uno, a la que llamaron inteligencia emocional.

El asunto que nos debe interesar aquí consiste en saber si este tipo de inteligencia puede o no ser desarrollada para un individuo, o si es un rasgo de la personalidad. En un artículo anterior que publiqué titulado "Inteligencia Emocional y Liderazgo" expresé que hay un fuerte consenso en la comunidad científica acerca de la probabilidad de desarrollar competencias emocionales en las personas, especialmente durante la niñez, dada la ventaja de ser una etapa en donde es más fácil moldear las competencias emocionales de los individuos. (Fineman, 1997; Höpfl y Linstead, 1997). Por tanto, si las competencias emocionales se aprenden en contexto, es mucho lo que en el ámbito escolar, principalmente en las edades más tempranas, podemos realizar en un trabajo conjunto entre padres de familia y maestros.

Las investigaciones realizadas al respecto permiten concluir que no podemos conformarnos con afirmar: "es que mi hijo es malgeniado desde chiquito", "le sacó el mal genio a...", "está pintao, así era el papá...", o peor aún aceptar el maltrato porque sí. Frases como las anteriores son disculpas que hacen que sigamos viendo gente que se comporta como lo expresa aquel viejo refrán "no tiene la culpa el indio, sino quien lo hace compadre".

En nuestras manos de educadores tenemos mucho por hacer, manos a la obra. Los frutos que podemos cosechar de este trabajo formativo en las nuevas generaciones nos permitirá, de acuerdo con Goleman (1998) contar con personas que en su adultez manifiesten las siguientes capacidades: (a) capacidad para reconocer y entender sus estados de ánimo, emociones e instintos, así como sus efectos en los otros, que se reconoce en la “confianza en sí mismo, autoevaluación realista, y sentido del humor crítico; (b) capacidad para controlar o redireccionar impulsos negativos y estados de ánimo, suspendiendo el juicio para pensar antes de actuar; que se reconoce en la honradez e integridad, conformidad con la ambigüedad, y apertura al cambio; (c) pasión para trabajar por razones que van más allá del dinero o estatus, que se reconoce en el fuerte impulso hacia el logro, optimismo aún frente al fracaso, y compromiso organizacional; (d) capacidad para entender la apariencia emocional de las personas, que se reconoce en la capacidad para crear y retener el talento, sensibilidad intercultural, servicio a clientes y consumidores; y (e) destreza en manejar las relaciones y construir redes de trabajo, que se reconoce en la efectividad en liderar el cambio, persuasión, y capacidad para construir y liderar equipos.

He aquí la pintura terminada del tipo de persona que nos debemos en nuestro país:

ü  Una persona con un elevado sentido del servicio, por encima del propio interés personal.
ü  Una persona con altos niveles de razonamiento moral.
ü  Una persona comprometida con un liderazgo ético.
ü  Una persona comprometida con el bienestar de los demás. (Hoyos, 2014).

Referencias
Fineman, S. (1997). Emotion and Management Learning. Management Learning. 28(1): 13-25.
Goleman, D. (1998). Working with Emotional Intelligence. New York: Bantam Books.
Höpfl, H. and Linstead, S. (1997). Learning to Feel and Feeling to Learn: Emotion and Learning in Organisations. Management Learning. 28(1): 5-12.
Hoyos (2014). Inteligencia Emocional y Liderazgo. En: http://www.academia.edu/8552821/INTELIGENCIA_EMOCIONAL_Y_LIDERAZGO
Hurtado, A. (1982). Apuntes de clase de Literatura. Bogotá: Colegio Champagnat.

Mayer, J. D., & Salovey, P. (1997). What is Emotional Intelligence? Emotional development and emotional intelligence: Educational implications. P. Salovey & D.J. Sluyter (Eds.). New York: Basic Books. 

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